Independientemente de la forma de expresión, las personas aman el arte. Y lo aman porque les recuerda lo esencial, les recuerda que es un ser complejo no racional, con un cúmulo de emociones, sentimientos, pensamientos y criterios, pero, sobre todo, les recuerda que es un ser con poder de creación.
Pero a pesar de esto (y que nos encontramos en plena era de la innovación), las organizaciones aún no comprenden muy bien la asociación entre el mundo artístico y el mundo ejecutivo.