Carlos Aizaga
El proceso de globalización ha significado un gran impulso para las economías de muchos países, se ha traducido en ventajas en términos de comercio internacional, desarrollo tecnológico, movilidad y comunicación, trayendo consigo en buena parte de los casos un ahorro sustancial de costos monetarios para los países que han sabido aprovecharla.
Una de las principales características de la globalización es la interdependencia, que abarca desde lo más macro a lo más micro, desde intercambios entre economías enteras hasta las más efímeras relaciones entre personas. La magnitud de esta interdependencia en pleno siglo XXI se demuestra con el hecho de cómo a partir de un pequeño contagio local se puede generar una crisis de escala global.
Para tener una idea del impacto económico de lo que ha significado el virus para la globalización, según un artículo de Harvard Business Review publicado en mayo de este año, las proyecciones de caída para 2020 serán significativas, estiman 13-32% de caída para el Intercambio de mercancías, 30-40% para la inversión extranjera y 40-48% en la caída de pasajeros de aerolíneas para 2020, lo que representa un retroceso en los avances de globalización, mas no un cambio coyuntural en la estructura de los mercados internacionales.
El geógrafo Michel Lussault, profesor de la Escuela Normal Superior de Lyon y autor del libro «L’homme spatial» (El Hombre Espacial) lo denota con un término: Hiperespacialidad, entendida como esa conexión que existe entre todas las cosas y personas.
Varios analistas al igual que Lussault, han destacado la conexión que existe entre la globalización y el COVID-19, enfatizando como ha impactado la fácil movilidad, (sea por motivos económicos y turísticos) de ciudadanos de países económicamente fuertes (como en el caso de Estados Unidos, China o varios de la zona europea), en la acelerada propagación del virus, abriendo la discusión de cuán sano o favorable es un proceso de globalización como el que se venía suscitando antes de la pandemia.
Lo anteriormente dicho, no ha pasado desapercibido por los medios de comunicación, donde se ven reportajes relacionados con las posiciones de diferentes mandatarios que pareciesen estar orientadas en “desacelerar o poner en pausa la globalización”, llevando a cabo políticas enfocadas hacia las restricciones en términos de movilidad y al cierre de fronteras.
Por otro lado, también son muchos los análisis públicos que ponen sobre la mesa el impacto colateral que ha traído sobre el medio ambiente la desaceleración de los efectos adversos del capitalismo globalizado. De allí que surgen opiniones que generan brotes de sentimientos nacionalistas que defienden y priorizan a los estados nacionales sobre el papel que juegan las grandes corporaciones y mercados financieros.
No obstante, es esta hiperespacilidad la que ha generado en buena medida los altos estándares en términos de calidad de vida a buena parte de los ciudadanos de estas grandes potencias, elementos como la capacidad de internacionalización de su mano de obra, materia prima y cadenas de suministro son lo que acarrean menores costos y mayor calidad de bines y servicios a disposición del ciudadano promedio.
Otra muestra de las ventajas de un mundo interconectado, está en el cómo se desarrollan los avances hacer frente al virus, basta con ver las relaciones dentro de la red de expertos en salud de diferentes partes del mundo, la movilización de equipos médicos y los flujos de cargamentos de vacunas, entre muchos otros factores. Interconexiones que de no existir, dificultarían en sobremanera la consecución de resultados palpables, a pesar de que sigue privando la competencia y los modelos de corporación farmacéutica, la misma la terminará marcando la pauta para el desarrollo de la vacuna, trayendo beneficios en términos globales.
La globalización y la hiperespacilidad llegaron para quedarse, la conformación de mercados libres para capital y trabajo son tendencias que generan beneficios que no pueden ser ignorados, no obstante, lo más seguro es que una vez la crisis termine, las conexiones se vean transformadas a través de reforzamientos en políticas de salud y movilidad. En lo que respecta a los estados nación, el aislamiento no está situado para un
problema de escala internacional como lo es el COVID-19, por lo que la cooperación y la adaptación a las circunstancias será clave para un mundo post pandemia
Se hace referencia a Will Covid-19 Have a Lasting Impact on Globalization? y Coronavirus Won’t Kill Globalization. But It Will Look Different After the Pandemic